Aquel fin de semana me decidí y empecé a investigar sobre mi pasado. Fui a visitar el hospicio del que mis padres me habían recogido. Era un edificio más o menos antiguo, se notaba que habían hecho reparaciones pero aún quedaban rasgos que decían que llevaba ahí un largo tiempo. Se llamaba hospicio "San Jean", y su nombre me recordaba a un colegio privado de monjas.
Cuando entré, una agradable mujer que debía de rondar los cincuenta y cinco años y con un rostro que irradiaba amabilidad por todos los rincones de la estancia salió a mi encuentro.
- ¿Puedo ayudarte en algo?
- Oh, si, gracias, estoy buscando información sobre m... sobre una chica a la que adoptaron.
- ¿Me podrías decir su nombre por favor?
- Se llamaba Dakota.
Los ojos de la mujer se iluminaron al escuchar el nombre.
- Es... ¿está bien? ¿Como se encuentra? ¿La conoces?- me preguntó con impaciencia.
Me confundió que una mujer de esa edad pudiese decir algo con tanta efusividad. Y además tenía un brillo nuevo en los ojos, el mismo que cuando a un niño se le da un regalo envuelto.
-Mmmm.. Si, claro, está muy bien.
Pero de pronto sus ojos se quedaron fijos en los míos y solo una palabra salió de su boca:
- ¿Dakota?
hola me a gustado la historia ;)
ResponderEliminarte invito a mi blog y me dices si nos seguimos.
:D
muchísimas gracias Patricio, dame el nombre de tu blog y lo veo así yo también :D
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